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Una visita esperada a Cuba
A alguno parece sorprender que el presidente del Gobierno haya decidido realizar un viaje oficial a la República de Cuba, cuando lo que de verdad debiera ser objeto de preocupación es el hecho de que la última visita oficial tuviera lugar en noviembre de 1986, con Felipe González al frente de nuestro país. Pese a la ausencia de agenda oficial, Don Juan Carlos mantuvo siempre una buena relación con Fidel que se materializó –una vez más– con su presencia en los sepelios del Comandante en noviembre de 2016 y la Casa Real está buscando fecha para visitar la isla (parece que a finales de 2019).
No fue Felipe González el primer presidente en visitar la Isla Estado. Adolfo Suárez ya lo había hecho dos veces: en septiembre de 1978 (cuando fue el primer jefe de un ejecutivo europeo en visitar oficialmente Cuba) y en agosto de 1981, con encuentro con Fidel incluido. También Aznar, cuyo abuelo vivió en La Habana, pisó la isla en noviembre de 1999 junto a Don Juan Carlos y Doña Sofía, aquella vez como asistente a la IX Cumbre Iberoamericana. Castro ya había sido recibido el año anterior por el presidente del Gobierno en el Palacio de La Moncloa, un par de días después de conocerse ambos personalmente en Oporto. Rodríguez Zapatero –ya expresidente–, se entrevistó con Raúl Castro en La Habana en mayo de 2015, y Mariano Rajoy a punto estuvo de hacerlo este mismo año.
En los últimos años Cuba ha recibido otras importantes visitas oficiales como las de François Hollande y Matteo Renzi, en 2015, de Barack Obama y Justin Trudeau, en 2016, Juan Manuel Santos en 2017 o Antonio Guterres en 2018. Por supuesto, además recibió la visita de los Sumos Pontífices Benedicto XVI (2012) y Francisco I (2015) ¿Por qué, entonces, iba a ser Pedro Sánchez la excepción?
España e inversión en Cuba
Al fin y al cabo, España se mantiene como uno de los principales inversores y socios comerciales de Cuba, ocupando el tercer lugar en ambas categorías y solo después de China y Venezuela. La cifra anual de intercambio comercial es de unos 950 millones de euros anuales y la inversión acumulada podría sobrepasar los 300 millones de euros (muy concentrada en sectores como el tabaquero, turístico o servicios financieros). La tendencia es a futuro: durante el primer semestre de 2018, las exportaciones españolas a Cuba crecieron un siete por ciento frente al semestre anterior.
La agenda de Sánchez en La Habana incluye importantes tareas como la renegociación de la deuda bilateral a largo y corto plazo, la puesta en marcha definitiva del fondo de contravalor del programa de conversión de deuda o el establecimiento de nuevos instrumentos destinados a la financiación de proyectos españoles en Cuba.
La mayoría de las empresas y sucursales acreditadas en Cuba son españolas
El Gobierno cubano ha reconocido que la mayor cantidad de empresas y sucursales acreditadas en Cuba son españolas, y que pueden ser estratégicas en el desarrollo en sectores clave para la economía cubana como el agroalimentario, financiero, hotelero, producción industrial o las infraestructuras. Pero no solo en estos sectores la empresa española es bienvenida: Cuba ha mostrado interés por modernizar su sistema bancario, instaurar la administración electrónica, crear un mercado alimentario mayorista, terminar de perfilar el régimen y alcance de los trabajadores autónomos –cuentapropistas– y de las cooperativas, así como agilizar los procesos de negociación y establecimiento de la inversión extranjera.
Como atractivos para la empresa española, Cuba ofrece seguridad, una situación geográfica clave para erigirse en el hub logístico del Caribe, capital humano altamente cualificado, una cartera de oportunidades de inversión que se renueva y publica anualmente con proyectos definidos y, especialmente, la oportunidad para el inversor extranjero de poder llegar a formar parte de una economía planificada. Cuba cuenta con instrumentos jurídicos con los que proteger todas las inversiones extranjeras como la ley de inversiones extranjeras de 2014 o su pertenencia a la Convención de Nueva York de 1958 en cuanto a reconocimiento y ejecución de laudos arbitrales extranjeros. Pero es que además las empresas españolas cuentan con otros instrumentos jurídicos negociados ad hoc entre ambas naciones, como el Acuerdo de Promoción y Protección Recíproca de Inversiones (Appri) o el Convenio para Evitar la Doble Imposición.
La experiencia demuestra que la inversión suele suceder a la exportación, y las empresas españolas –que vienen suministrando productos al mercado cubano desde hace, en algunos casos, décadas– podrían liderar procesos de inversión que busquen producir en Cuba para abastecer tanto al mercado interno como a otros países de la región. Dentro del marco de reforma y actualización del modelo socialista cubano, abanderado por una profunda reforma constitucional, las empresas españolas –a rebufo de una activa diplomacia económica– tienen los mimbres necesarios para quedarse y crecer en la Cuba de Díaz-Canel.
Puede descargar el artículo en PDF, publicado en el diario Expansión