El pasado 14 de febrero la CNMV publicó su Plan de Actividades para 2018 donde anunciaba la creación de una nueva subdirección de finanzas tecnológicas (fintech) y ciberseguridad para implementar la línea estratégica de fomento de los desarrollos tecnológicos y prevención de sus potenciales riesgos asociados. Este plan sigue a los documentos publicados por el Banco de España y la CNMV sobre criptomonedas, blockchain e ICOs del pasado 8 de febrero.
La CNMV se ha sumado, acertadamente a nuestro parecer, al reconocimiento del potencial revolucionario de los avances tecnológicos que se están desarrollando en el mundo de las finanzas. Estos cada vez más complejos avances proporcionan soluciones eficaces a problemas tradicionales (blockchain, por ejemplo, es un protocolo que soluciona el problema del doble pago), pero a menudo no tienen encaje en el marco regulatorio existente. La pregunta que se hacen muchos supervisores es cómo regular nuevas tecnologías aplicadas al sector financiero de una forma eficiente (protegiendo la estabilidad del mercado) sin desvirtuar los aspectos más favorables e innovadores que ofrecen.
Llegados a esta encrucijada, proponemos que se considere establecer un regulatory sandbox o marco regulatorio piloto. Con un sandbox se busca encontrar un punto medio entre la velocidad de la innovación y los objetivos de los supervisores. Es decir: la protección de los consumidores, el mantenimiento de la estabilidad financiera y la mitigación de posibles riesgos sistémicos. El sandbox consiste en permitir que modelos de negocio fruto de la innovación tecnológica sean puestos a prueba en un ambiente controlado, mediante una estrecha colaboración entre supervisores e innovadores en todas las fases del proceso piloto.
En Reino Unido, por ejemplo, las autoridades reciben solicitudes de participación en sandboxes directamente de las startups, que a menudo colaboran con grandes bancos y otras instituciones financieras. Las autoridades revisan la capacidad innovadora que tiene, prima facie, el producto o protocolo que presenta y comienzan a trabajar de cerca con la startup, dándole apoyo en la identificación de la regulación existente y aplicable. Asimismo, se (i) valoran los riesgos del nuevo producto; (ii) delimita su ámbito inicial de aplicación; (iii) identifica qué reglas tiene sentido aplicar al nuevo producto; a la vez que (iv) asegura que el regulador cumple su función.
La fase sandbox tiene una delimitación temporal predeterminada, tras la cual puede permitirse el acceso general al mercado del producto, protocolo o innovación, acompañado de una regulación hecha a medida y que haya sido probada en la práctica. Se da tiempo además a los implicados para comprender el valor añadido que aporta el nuevo producto fintech y su impacto en el mercado.
Gracias al sandbox, el regulador pasa a tener un conocimiento puntero de las tecnologías fintech erigiéndose y manteniéndose como experto en estas innovaciones. Esto le permite proponer la normativa más adecuada, eficiente e innovadora que saque del limbo legal a nuevas tecnologías que pueden beneficiar a usuarios, consumidores e incluso -en ocasiones- contribuir a la eficiencia del propio mercado.
Países de tradición common law con Reino Unido a la cabeza han sido pioneros en el diseño e implementación de sandboxes -como parte de una estrategia más amplia- que les han permitido atraer y desarrollar la industria fintech en sus fronteras, así como fomentar el uso de su paraguas normativo y supervisor. La reciente historia economica enseña que un temprano desarrollo de una industria pionera otorga ventaja competitiva y liderazgo a un país. No es casualidad que a día de hoy hasta veinte países hayan anunciado la implantación de alguna forma de regulatory sandbox en el sector fintech.
Los reguladores abiertos a conocer y experimentar de forma controlada, tendrán mayor capacidad de ganarse la confianza de los innovadores. Serán entonces germen de hubs fintech que redunden positivamente en su economía, desde la creación de puestos de trabajo hasta la calidad de la educación tecnológica en sus universidades. En definitiva, habrán puesto las bases para crear la seguridad jurídica necesaria para el florecimiento de una actividad económica.
El Plan de la CNMV indica claramente que nuestro regulador ha entendido que es crucial que que comencemos a andar el camino fintech cuanto antes. Nuestro país cuenta además con excelentes emprendedores tecnológicos, centros universitarios de primer nivel y algunos de los bancos más importantes del mundo. Con voluntad y medios puede establecerse una primera experiencia sandbox que dé seguridad jurídica y motive la innovación, proteja nuestros consumidores y -al mismo tiempo- haga crecer el sector fintech. Que la CNMV muestre ya su interés y sensibilidad por los avances e innovaciones fintech (incluyendo, significativamente, blockchain, ICOs e ITOs) es un importante paso al frente, pero que introdujera un regulatory sandbox para probar dichas innovaciones, nos metería de lleno en el pelotón de vanguardia de las jurisdicciones friendly fintech.
Jose María Viñals Camallonga
Socio y Director de la Oficina de Madrid
Tania Esparza Gutiérrez
Asociada Senior